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jueves, 4 de octubre de 2007

La utopía del paraíso cultural está cada vez más lejos

Al otro lado del messenger tengo a mi compañera y amiga Pi; en medio de la conversación me hace llegar un enlace de una noticia de la web de Cadena Ser, “Los móviles con MP3 permitirán recaudar diez millones por el canon digital”. ¡Vaya!, me digo. Hoy es el día de las reflexiones. Así que, por una vez, vamos a dejar de lado el “trabajo de campo” y vamos a filosofar un poco. Empiezo a pensar y me pregunto a qué me recuerda esto…???... Sí, esta situación del cobro de cánones no es nueva. No difiere en nada con respecto a cualquier otra lucha de poder que se haya fraguado en el pasado o en el presente, y ya se sabe que poderoso caballero es don dinero.

La Iglesia y las religiones monopolizando nuestros miedos espirituales, los gobiernos monopolizando nuestras esperanzas vitales, los jefes monopolizando nuestro potencial de trabajo, las empresas monopolizando el mercado. En definitiva, que cuando hay pastel, parece que lo más acuciante es avalanzarse sobre él porque todo el mundo tiene hambre de riqueza y, cuando de hambre se trata, lo propio no es repartir sino rebentar ahítos de lo que los demás carecen. Y no sólo el glotón disfruta comiendo. La impotencia de los que lo ven comer también le satisface grandemente hasta el punto de que antes tirara con lo que le sobra que repartiese entre los menesterosos. Ésta última parece una frase puesta en boca de Don Quijote pero es que quijotesco sería pensar que se puede “desfacer entuertos” criticando o poniendo en duda la labor del más débil de los poderosos. Lo que a mí me resulta curioso es que unas líneas más abajo del titular afirma que, al mismo tiempo, el Gobierno reducirá a la mitad los impuestos que gravan las fotocopias de libros, y cuando comenta la opinión del mundo editorial asegura que éste expresa un gran malestar por las pérdidas que tal reducción les ocasionará. En medio de la guerra mercantil, nadie nombra a los artistas ni a los eruditos ni mucho menos a su obra como bien cultural. La cultura y el saber se han convertido en objetos puros y duros, se han cosificado hasta el punto que puede mercadearse con ellas lo mismo que se mercadea con el café, las sardinas o los paños de Cachemira.

Reflexiono entonces sobre mí y llego a la conclusión de que debo padecer una especie de esquizofrenia aguda porque en este blog os regalo humildemente lo poco que sé sin cobraros un duro y al mismo tiempo cobro en mi trabajo para sobrevivir, poseo multitud de fotocopias y al mismo tiempo incontables libros originales, escucho música sin reparar en si es un CD original o no porque de todo tengo, os ofrezco enlaces a libros escaneados para descargar y al mismo tiempo os recomiendo libros por los que debéis pagar para conseguirlos, … No me juzguéis mal, llamadme iluso si queréis, pero creo que a quien hay que proteger es a quien crea y difunde la sabiduría, el conocimiento y el arte, sin más ánimo de lucro que el de vivir normalmente, no a quién convierte lo sublime en mercancía para enriquecerse. Porque la cultura es una propiedad colectiva y aborrezco a quien trata de apropiarse de ella. Bien es cierto que la ley los protege, pero muchas veces confunden lo legal con lo ético y, perdidos en el bosque, parece que cualquier incendio está justificado. Bien mirado, el conflicto de los derechos de autor es una nimiedad comparado con otras tragedias como el de las patentes de medicamentos, pero todo junto nos aleja un poco más de la utopía de que todos tengamos los mismos derechos.

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